Fútbol y concordancias
La
denominación oficial de ciertos equipos de fútbol conserva ecos de
pasadas épocas, resonancias de tiempos en que el imaginario simbólico de
las colectividades se nutría de elementos hoy desaparecidos o en
extinción. Por ejemplo, el sello de la realeza. Llevar en el nombre el
título de «Real» ―con la consiguiente corona en el escudo― era un signo de prestigio. Aunque el naming
deportivo de ahora también busca la distinción y la hipérbole, prefiere
apoyarse en otros recursos más modernos, desde las siglas hasta las
marcas comerciales. En el siglo XXI es difícil que alguien elija el
epíteto «real» al inscribir su club en el registro de asociaciones
deportivas. Pero lo cierto es que quienes ya llevan esa marca la
ostentan con orgullo y sin el menor asomo de pudor republicano. Así, por
ejemplo, el Real Madrid. O la Real Sociedad, a la que el universo
futbolero ha concedido el privilegio de la antonomasia: es «La Real»,
sin más especificaciones. Pero el anacronismo también pasa factura
gramatical en otros casos, como el de una Real Unión a la que todos
colocan el artículo masculino («el Real Unión»). ¿Por
qué la Sociedad es femenina y a la Unión se la hace masculina, siendo
además clubes vecinos como quien dice? Por buscar alguna explicación,
habrá que suponer que mientras los donostiarras aplican las normas de la
concordancia según lo establecido, los iruneses se rigen por un omitido
«club» o «equipo», masculino por tanto. Pero donde más rechina este
tipo de desajustes es en el caso de el/la «Unión Deportiva Logroñés
(sic)», un galimatías de géneros gramaticales sorprendente para todo el
mundo excepto para la prensa y la afición riojanas. ¿Será que las bulas
de que goza el deporte del balón en lo económico, lo social y lo
comunicativo ―ya saben, fútbol es fútbol, como dijo alguien― se extienden también a lo lingüístico?
Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 6.2.2010
Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 6.2.2010
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