domingo, 30 de marzo de 2014

Concordancia

Fútbol y concordancias


La denominación oficial de ciertos equipos de fútbol conserva ecos de pasadas épocas, resonancias de tiempos en que el imaginario simbólico de las colectividades se nutría de elementos hoy desaparecidos o en extinción. Por ejemplo, el sello de la realeza. Llevar en el nombre el título de «Real» ―con la consiguiente corona en el escudo― era un signo de prestigio. Aunque el naming deportivo de ahora también busca la distinción y la hipérbole, prefiere apoyarse en otros recursos más modernos, desde las siglas hasta las marcas comerciales. En el siglo XXI es difícil que alguien elija el epíteto «real» al inscribir su club en el registro de asociaciones deportivas. Pero lo cierto es que quienes ya llevan esa marca la ostentan con orgullo y sin el menor asomo de pudor republicano. Así, por ejemplo, el Real Madrid. O la Real Sociedad, a la que el universo futbolero ha concedido el privilegio de la antonomasia: es «La Real», sin más especificaciones. Pero el anacronismo también pasa factura gramatical en otros casos, como el de una Real Unión a la que todos colocan el artículo masculino («el Real Unión»). ¿Por qué la Sociedad es femenina y a la Unión se la hace masculina, siendo además clubes vecinos como quien dice? Por buscar alguna explicación, habrá que suponer que mientras los donostiarras aplican las normas de la concordancia según lo establecido, los iruneses se rigen por un omitido «club» o «equipo», masculino por tanto. Pero donde más rechina este tipo de desajustes es en el caso de el/la «Unión Deportiva Logroñés (sic)», un galimatías de géneros gramaticales sorprendente para todo el mundo excepto para la prensa y la afición riojanas. ¿Será que las bulas de que goza el deporte del balón en lo económico, lo social y lo comunicativo ―ya saben, fútbol es fútbol, como dijo alguien― se extienden también a lo lingüístico?

Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 6.2.2010

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